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Channel: Reeducando a Mamá
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LA SUERTE QUE YO HE TENIDO NO HA VENIDO SOLA

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Ayer recibí unos comentarios cargados de ignorancia y agresividad en el post "Sobre el Sentido Común de Algunos de Nuestros Pediatras". Podéis leer el primero porque no lo he borrado. Es el de una tal mery . Luego vinieron tres comentarios más en el mismo tono insultante que borré inmediatamente. Y ni siquiera fueron los últimos. A día de hoy le sigo borrando sus comentarios.

Mi primera reacción fue de enfado. Que tipa más cansina. Si no le gusta lo que escribo, simplemente, que deje de leerlo. ¿Que sentido tiene comentar una y otra vez sin argumentos, sólo con insultos y desprecio? ¿Para que pierde el tiempo en algo así? La web está llena de blogs donde podrá disfrutar leyendo artículos que le den la razón. Así que ¿Por qué se queda en esta, mi casa, tocándome las narices, insultándonos a mí y a mi lectores con comentarios cargados de ignorancia, resentimiento y amargura?

Amargura. Bajo esas palabras insultantes se escondía y se dejaba ver una terrible amargura. Esa fue la clave que me a hecho cambiar mi enfado por tristeza. No sé que alimenta la amargura de mery, ya que no sé absolutamente nada de ella a parte de este rechazo irracional y visceral contra la lactancia materna. Lo que sí sé es que la gran mayoría de ataques a la lactancia materna están basados en un profundo sentimiento de amargura. Y muchas veces - ya digo que no sé, de hecho no creo, que este sea el caso - esta amargura nace de una lactancia frustrada y la necesidad de creer con toda el alma que realmente "es lo mismo" dar la teta que dar el biberón, manteniéndose de manera obsesiva en una ignorancia absurda sobre todo lo referente a la lactancia materna que llega desde el mundo de la ciencia y la salud. 

Y entonces me acordé de mi propia ignorancia de hace unos años, cuando era capaz de asentir a ese argumento falso y facilón tan esgrimido por los que no tienen ni idea: "es lo mismo". A lo mejor la tal mery sólo es una mujer joven, o una adolescente  con unas ideas en la cabeza no demasiado diferentes a las que pude tener yo en aquella época. Tal vez si yo no me dediqué a pasearme por los blogs lactivistas dando la tabarra fue porque en aquella época no había blogs, ni blogosfera lactivista, a los que fastidiar con mis ignorancias varias.

Pues sí. Yo he llegado a menear mi cabeza de arriba a bajo, tal vez incluso a confirmar con mis palabras que "es lo mismo".

Eso fue antes de tener hijos. 

Cuando llegó mi primer hijo mi cuerpo sabía perfectamente que no era lo mismo, aunque a mi alrededor el mensaje predominante seguía siendo que si lo era. Y como me vi incapaz de negar esa realidad, cuando me enfrenté al hecho de que la lactancia de mi primer hijo era un terrible desastre de dolor y mastitis recurrentes me hundí en una profunda amargura

Amargura.

Amargura porque no podía darle a la persona que más amaba en el mundo una de las cosas que más necesitaba de mí: mi leche. 

Y no podía evitar sentir amargura cada vez que alguien le daba un biberón de leche de fórmula bajo el argumento de que "es lo mismo", "no pasa nada", "tú te criaste con biberón y mira que guapa estás"

Mi deseo maternal me GRITABA: ¡No es lo mismo!!! ¡Sí que pasa!!!!! ¡No es esto lo que quiero para mi hijo!!!!!

Podría haberlo acallado. Podría haber cerrado la puerta a esta sabiduría ancestral que luchaba por liberarme de los convencionalismos sociales y culturales que me impedían maternar a mi hijo como ambos necesitábamos. Al fin y al cabo llevaba toda la vida haciéndolo en todo el resto de aspectos de mi vida.

Así que podría  haberme rendido a las mastitis recurrentes, al biberón que "es lo mismo", al bebé llorando sólo en la cuna, al "todavía no puede tener hambre, eso es que tu leche no le alimenta", al "no le cojas tanto que lo mal-acostumbras" al "dale un biberón por la noche para que te deje dormir"....... 

Pero esta vez no lo hice. La maternidad debilitó la coraza del personaje impuesto y "políticamente correcto" que era María Berrozpe y mi verdadera naturaleza empezó a removerse, manifestarse y liberarse. Esta vez no me sometería. Esta vez ya no.

No sé hasta que punto esta reacción, de la que me siento muy orgullosa, fue mérito mio o de las circunstancias que tuve la suerte de que me rodearan. Para empezar estaba en un país donde la lactancia tras el parto está mucho más establecida y apoyada, al menos hasta los 6 meses (los suizos deben tener algún error de traducción de los consejos de la OMS porque a partir de los 6 meses empiezan a meter leche de vaca a los críos; adaptada, pero de vaca) y donde los partos, por defecto, son más respetuosos que en España. También contaba con un servicio de comadrona a domicilio: 10 visitas pagadas por el seguro para asegurarse de que todo va bien. 

Y menos mal, porque en mi caso la vuelta a casa no fue nada bien. Ya en el hospital sufrí mi primera mastitis, pero la peor fue la segunda, a los tres días de llegar a casa; una mastitís que me tumbo con 40 grados en la cama. Bendita fue entonces la comadrona que me diagnosticó, llamó a la ginecóloga y me trajo los antibióticos, evitando que tuviera que ser nuevamente hospitalizada. Bendita fue también la presencia de mi madre que, a pesar de sus biberones y de su "no pasa nada por un poco de leche de fórmula, que tu así no puedes amamantar" era la que me ponía el bebé al pecho y la que aguantaba mis lágrimas de dolor. 

Y benditas la lectura del Bésame mucho de Carlos Gonzalez y la del Amor Maternal de Sue Gerhard. Los dos primeros libros "liberadores" de los muchos que irían cayendo en mis manos durante mi maternidad. Benditos autores: Rosa Jové, Michel Odent, Alice Miller, Laura Gutman, Jean Liedloff,Meredith Small.....etc

Y bendita blogosfera, que estuvo y está ahí desde que comenzó el proceso de transformación, apoyándolo y afirmándolo: Nohemí, Ileana, Louma, Raquel, Irene, Carolina,  Mari Mar, Maria Jose, Vivian, Azucena, Mireia, Rafi, Alba, Rosa, Ramón, Elena, Gemma ........

Pero dado que hoy quiero resaltar mis inicios en la lactancia materna y las dificultades que tuve que superar para no tirar la toalla, quiero hacer una mención especial:  hoy quiero resaltar las personas y la organización sin cuyo apoyo nada de todo esto hubiera sido posible:  Bendita Liga de La Leche Internacional, y bendita la monitora que a  través de internet, y salvando miles de kilómetros de distancia, me sostuvo y acompañó en la accidentada lactancia de mi primer hijo. Ella abrió la puerta que me permitió entrar definitivamente en el mundo de la lactancia materna placentera. Una puerta por la que, además,  entraron el resto de compañeras de la LLL: Amaia, Esther, Ximena, Gabriela, Alessandra......... Un primer paso que me permitió, no sólo amamantar a mis hijos tal y como ellos y yo deseábamos, sino sumergirme en la liberación comenzada y desarrollar la maternidad que realmente quería mi naturaleza de mujer.

Querer dar de mamar a tu hijo - no sólo porque sabes que es lo mejor para él y para ti, sino porque te sale de las entrañas, lo deseas con toda tu alma y sientes que no puede ser de otra manera - y a pesar de todo no poder, tiene que ser durísimo. En el último post de Alba Padró hay un testimonio que yo encuentro desgarrador y que muestra a cara descubierta el efecto más doloroso del lactivismo: la madre a quien las campañas prolactancia encrudecen su propio dolor fruto de no poder amamantar a su hijo. Esta madre pide que le demos un respiro y cree que la consideramos mala madre. 

Yo creo que nadie la considera mala madre, y es evidente que aunque ella sienta que ha tenido todo el apoyo necesario, existen dificultados que quedan fuera de nuestra capacidad y la de nuestro entorno para  superarlas, al menos en ese momento dado. Pero no por eso creo que podamos "darle un respiro", si ello significa silenciar las bondades de la leche materna y acabar con las campañas prolactancia. Y eso no lo podemos hacer, precisamente, para que cada vez haya menos casos como el suyo. 

La lactancia es una cuestión de salud pública y desde el mundo de la sanidad no les queda otra que apoyarla. Es su obligación, tanto como lo es advertir sobre los peligros del tabaco, el colesterol alto, la obesidad o el abuso del alcohol. El objetivo del personal sanitario tiene que ser que el 100% de los niños sean amamantados en exclusiva hasta los 6 meses, y a partir de entonces con alimentación suplementaria como mínimo dos años, alargando la lactancia todo lo que la madre y el hijo deseen. Eso de momento, porque puede ser que, a medida que aumenta en cantidad e importancia la investigación en lactancia materna, se vayan alargando los tiempos. Algo que no me extrañaría nada, vistos los nuevos datos expuestos en el último congreso de Lactancia Materna celebrado en Madrid este mes de Marzo, donde los expertos expusieron resultados sorprendentes sobre las características de la leche materna, los cuales pueden tener implicaciones que todavía ni nos imaginamos. 

No sé que hubiera sido de mí si tras aquella primera mastitis, o la segunda o la tercera, hubiera tirado la toalla. No sé como hubiera reaccionado al hecho de sentirme obligada a enterrar mi verdadero deseo maternal bajo toneladas de frustración, tristeza, culpabilidad y decepción. Supongo que me sentiría igual que la madre del post de Alba. En realidad "supongo" no es la palabra correcta. Creo que "seguro"  me sentiría como la madre del post de Alba, y me dolería cada dato expuesto anunciando las bondades de la leche materna. Pero quiero pensar que sería capaz de elaborar mi duelo y seguir adelante, como parece que hace esta valiente mujer que, a pesar de su dolor, en ningún momento niega la superioridad de la leche humana como alimento para el bebé. 

Sé que hay muchas madres que a pesar de no haber podido superar las dificultades para amamantar que se les pusieron en el camino, son arduas defensoras de la lactancia, e incluso ayudan a otras madres que pasan por situaciones parecidas, brindando el apoyo que ellas no tuvieron. Como dice mi queridaCarolina en el primero de sus tres capítulos del libro "Una Nueva Maternidad":

 "...soy la madre que ha dado biberón mas lactivista que conozco". 

Pocas mujeres hay más comprometidas con la defensa de la lactancia que ella. Y, afortunadamente, no es la única.  

Yo no sé que hubiera sido de mí y mi lactancia sin aquellos e-mails de aquella monitora sudamericana, cargados de empatía, conocimientos y apoyo. Podría ser que ahora yo seria una de esas cansinas que se pasean por los blog lactivistas tocando las narices, negando la evidencia con su "es lo mismo" y proyectando la amargura de mi propio e injusto fracaso. A lo peor me dedicaría a atacar la lactancia materna como al peor de mis enemigos, llegando a considerar las campañas a favor de la misma conspiraciones neomachistas para volver a meter a la mujer en casa.  Puede ser. Aunque, tal vez, hubiera sido capaz de elaborar sanamente mi duelo y comportarme con la sabiduría, valentía y honestidad de  mujeres como Carolina, madres maravillosas capaces de dar a sus hijos lo mejor de sí mismas. Prefiero pensar esto de mí misma, la verdad.

Pero como al final no tuve que enfrentarme a esta situación, nunca sabré como hubiera reaccionado. Por eso me toca ser muy cuidadosa a la hora de juzgar a estas mujeres que nos odian, nuestras lactancias les dan "asco", nos llaman neomachistas, nos culpan de sus sentimientos de culpabilidad y van repitiendo el "es lo mismo" a todo aquel incauto que se les ponga al alcance. 

Quien sabe si en otra realidad,en un universo paralelo, yo soy una de ellas. 








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